Paredes blancas, una cama junto a la mía vacía, de color blanco. Hay un mueble que puedo ver desde aquí ¿Qué hay encima? Me levanto para verlo, es ropa, un pantalón y una camisa, colocados desordenadamente, debajo, los zapatos y al lado una cartera. Sobresale un papel mal recortado, como si lo hubiesen hecho rápido con las manos, pone: “Estación Austerlitz (París), a las 6.00 PM, 21 de septiembre”.
No entiendo nada de lo que pasa, lo último que recuerdo es estar dando vueltas como si de una montaña rusa se tratase, paro durante unos minutos, no me puedo mover, ni abrir los ojos si quiera, pido ayuda desde mi mente, no se lo que pasa, noto como alguien me coge en brazos, me grita que no me duerma pero estoy tan cansado que no puedo evitarlo, a partir de ahí no recuerdo nada más.
Dejo de pensar y vuelvo a la vida real, hay una mujer de mediana edad en la puerta mirándome, me pide que me acueste, hago caso:
-Me alegro ver que ya está despierto, ¿qué tal se encuentra? –No entiendo del todo de que me habla, yo estoy perfectamente, pero contesto.
- Estoy bien, aunque un poco confuso, ¿qué es esto?
- Está en el hospital de San Joan en Reus, tuvo un accidente de moto hace un par de días y ha estado en coma hasta ahora, los médicos no esperaban su recuperación y menos en un tiempo tan corto, enseguida mandaré a su doctor para examinarle.
A los quince minutos ya me había tumbado de todas las maneras posibles y ahora estoy recogiendo todo para marcharme, antes de salir, reviso si queda algo de lo que no me había dado cuenta y efectivamente, encuentro un maletín de metal, para abrirlo necesito una clave, no se porque me suena algo como 59648, lo pongo, se abre, no presto atención de donde sale el recuerdo de ese número, pero dentro del maletín hay material de informática, no se lo que es todo esto, pero si esta aquí, es que es mío, asique cargo con él, y me voy.
Consigo coger un autobús hasta Barcelona, de allí cogeré el tren y montaré hasta Paris, tengo curiosidad por saber lo que me espera.
Me veo en el reflejo de un cristal, ese soy yo, un chico alto, de tez morena, ojos verdes y pelo ondulado. Soy de estatura normal, soy el típico que pasa desapercibido pero por lo que estoy descubriendo, tengo una mente privilegiada.
Acabo de llegar a Barcelona, este viaje ha sido cansado, los asientos no eran demasiado cómodos y el acompañante que tenia al lado, tampoco es que fuese muy simpático.
Entro en la estación de Sants, nunca había visto una tan grande, o al menos eso creo. Saco los billetes mientras anuncian la salida de mi tren en el andén 4, vagón 2, asiento 3. A mi lado hay una chica, parece extranjera, francesa diría yo, suena su móvil y al contestar sólo dice:
-Si… Ya esta… Todo va bien… Adiós.
Veo como se le inundan los ojos de lágrimas, baja la cabeza y yo, comienzo a hablar:
-¿Se encuentra bien? –Ella levanta la cabeza, con rostro serio se gira y con tono seco le responde.
-Sí, perfectamente.
Sigo sin entender nada, decido dormir, entre sueños oigo como nombran la estación de Austerlitz, abro los ojos y me levanto de golpe, a pesar de mi mediana estatura choco contra las baldas de las maletas que hacen que me siente de golpe, cuando consigo despejarme, en mi segundo intento por levantarme, una mano grande me coge del hombro y empuja hacia abajo, miro y veo a un hombre, un hombre elegante, de unos cincuenta y cinco diría yo, lleva un traje negreo y una gabardina, se presenta:
-Buenas tardes. Ya ha llegado a su destino, los pasajeros de este vagón ya han bajado, sígame.
No se que responder, pero cojo mis cosas y le sigo, antes de eso, miro hacia mi izquierda, mi compañera de asiento no está, se debe haber bajado en una parada anterior mientras yo dormía.
Un vagón tras otro recorremos hasta llegar al último, el tren se pone en marcha, me dice que hagamos todo según lo planeado, saca un papel doblado en varias partes, empieza a desdoblarlo y me lo da. Entiendo todo, por lo que parece antes de olvidar mi pasado excepto el accidente debía dedicarme a esto. Lo que quiere que haga es un aparato pegado a la locomotora final, destornillador de estrella, alicantes, ahora alambre… No me he dado cuenta que mientras estaba montando todo hemos llegado a nuestra parada final, y ahora me doy cuenta de que soy, de que he montado y para qué. Yo, Roberto López García, trabajo para la mafia que quiere matar a todos los altos cargos de ese famoso banco de Francia que ahora mismo van en el tren. Estamos en una estación cualquiera, pongo el cronometro y salimos de allí, nos alejamos y empiezo a contar, tres, dos, uno…
-¡CORTEN! Descanso de cinco minutos y seguimos rodando.